NADA PARA COMER

Luciano Lutereau

Editorial Letra Viva

Que el psicoanálisis bien pueda formalizar una teoría de la sujeción inconsciente no quiere decir que haya un concepto de subjetividad que pueda desprenderse de esta práctica. Este aspecto es especialmente relevante cuando nos proponemos interrogar la situación de lo que actualmente se llama "nuevas formas de síntomas". ¿Se trata de nuevos sujetos? ¿Es posible interrogar estas formaciones en función de los cambios de la época? Sin duda es posible, aunque quizá sea poco valioso para la clínica psicoanalítica. 

En todo caso, más interesante sería preguntarse hasta qué punto podría hablarse de síntomas en estos casos. Dos observaciones salen al encuentro cuando pensamos en casos de este orden: la dificultad para la puesta en marcha del dispositivo –por ejemplo, en el obstáculo (del analista) para hacer cumplir la regla fundamental–, el carácter inasible de localización de algún punto de división subjetiva. Sin embargo, no implican estas observaciones que se trate de casos “inanalizables” o de nuevos síntomas (resistentes al psicoanálisis). Consideramos que, con mayor precisión, cabría hablar de nuevas formas de presentación del padecimiento, que no se afincan en la posición sintomática propicia para el análisis. No obstante, lo que no es propicio no condena a la impotencia, cuando el analista está advertido de la eficacia de lo imposible. 

Antes que “cuadros” o “patologías” –que llevarían a reintroducir en el psicoanálisis una perspectiva psiquiátrica que sería mejor desterrar–, la bulimia y la anorexia interesan por aquello que pueden enseñar al psicoanálisis para pensarse como dispositivo a partir de sus operaciones iniciales. Por lo tanto, no se trata de pensar una cura específica y adaptada, sino de plantear el modo en que el psicoanálisis puede responder a estas formas de padecimiento a través de orientarlas hacia la única brújula segura que conoce: el síntoma, ese nombre de la división subjetiva que importa, fundamentalmente, por ser también un nombre del deseo.

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Que el psicoanálisis bien pueda formalizar una teoría de la sujeción inconsciente no quiere decir que haya un concepto de subjetividad que pueda desprenderse de esta práctica. Este aspecto es especialmente relevante cuando nos proponemos interrogar la situación de lo que actualmente se llama "nuevas formas de síntomas". ¿Se trata de nuevos sujetos? ¿Es posible interrogar estas formaciones en función de los cambios de la época? Sin duda es posible, aunque quizá sea poco valioso para la clínica psicoanalítica. 

En todo caso, más interesante sería preguntarse hasta qué punto podría hablarse de síntomas en estos casos. Dos observaciones salen al encuentro cuando pensamos en casos de este orden: la dificultad para la puesta en marcha del dispositivo –por ejemplo, en el obstáculo (del analista) para hacer cumplir la regla fundamental–, el carácter inasible de localización de algún punto de división subjetiva. Sin embargo, no implican estas observaciones que se trate de casos “inanalizables” o de nuevos síntomas (resistentes al psicoanálisis). Consideramos que, con mayor precisión, cabría hablar de nuevas formas de presentación del padecimiento, que no se afincan en la posición sintomática propicia para el análisis. No obstante, lo que no es propicio no condena a la impotencia, cuando el analista está advertido de la eficacia de lo imposible. 

Antes que “cuadros” o “patologías” –que llevarían a reintroducir en el psicoanálisis una perspectiva psiquiátrica que sería mejor desterrar–, la bulimia y la anorexia interesan por aquello que pueden enseñar al psicoanálisis para pensarse como dispositivo a partir de sus operaciones iniciales. Por lo tanto, no se trata de pensar una cura específica y adaptada, sino de plantear el modo en que el psicoanálisis puede responder a estas formas de padecimiento a través de orientarlas hacia la única brújula segura que conoce: el síntoma, ese nombre de la división subjetiva que importa, fundamentalmente, por ser también un nombre del deseo.