DESAFIOS EN LAS FRONTERAS.

BEREZIN, ANA N.

Editorial Psicolibro

Las multitudes de refugiados están presentes en este libro. Son los verdaderos protagonistas del libro. Y las crónicas de siete años de trabajo con refugiados latinoamericanos son el mejor ejemplo de cómo puede postularse un instrumento conceptual no sólo para abordar una realidad que hace de la injusticia virtud y gloria de la crueldad, sino para, con su abordaje, transformar esa realidad y poder así reemplazar o, al menos, atenuar el impacto traumático.

Si sobre el psicoanálisis –tal vez el último de los metarrelatos que perduran de la modernidad– recae la responsabilidad de posicionarse frente a los estragos del capitalismo, Ana Berezin recurre a la teoría, la despoja de los engranajes arrumbados, la aliviana y la profundiza para ponerla a trabajar de modo tal que, en su despegue, arriba a lugares hasta ahora desconocidos.

Si es que vamos a registrar el mensaje que Ana Berezin nos deja con esta puesta a prueba frente a lo traumático, antes que enternecernos o sensibilizarnos por las injusticias y las terribles transgresiones que se cometen día a día, antes de apelar a un compromiso creciente con aquellos a quienes alguien llamó “los heridos de la civilización”, aun antes de culpabilizarnos subordinados a una moral basada en la caridad y la piedad que avala lo que hace ya muchos años Jules Celma llamó “la explotación de la subjetividad”, tal vez habría que comenzar por analizar nuestra propia implicación y, también, nuestra sobreimplicación.

Las crónicas del trabajo con refugiados abren el camino hacia la construcción de sistemas de representaciones que restituyan el derecho a pensar y a sentir; abren el camino hacia universos donde nuestros semejantes, expulsados hacia la marginalidad de sus pu­ros cuerpos biológicos, pueden recuperar su condición humana. Las crónicas del trabajo con refugiados abren una opción a las acciones que tienden a quedar prisioneras de una limosna piadosa, cuando no de un asistencialismo barato o caro, lo mismo da, que para lo único que sirve es para despojar de dignidad los restos de identidad que las víctimas poseen, y que tienden a reforzar la idea de una economía sin salida y un cuerpo sin subjetividad.

Juan Carlos Volnovich

 

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Las multitudes de refugiados están presentes en este libro. Son los verdaderos protagonistas del libro. Y las crónicas de siete años de trabajo con refugiados latinoamericanos son el mejor ejemplo de cómo puede postularse un instrumento conceptual no sólo para abordar una realidad que hace de la injusticia virtud y gloria de la crueldad, sino para, con su abordaje, transformar esa realidad y poder así reemplazar o, al menos, atenuar el impacto traumático.

Si sobre el psicoanálisis –tal vez el último de los metarrelatos que perduran de la modernidad– recae la responsabilidad de posicionarse frente a los estragos del capitalismo, Ana Berezin recurre a la teoría, la despoja de los engranajes arrumbados, la aliviana y la profundiza para ponerla a trabajar de modo tal que, en su despegue, arriba a lugares hasta ahora desconocidos.

Si es que vamos a registrar el mensaje que Ana Berezin nos deja con esta puesta a prueba frente a lo traumático, antes que enternecernos o sensibilizarnos por las injusticias y las terribles transgresiones que se cometen día a día, antes de apelar a un compromiso creciente con aquellos a quienes alguien llamó “los heridos de la civilización”, aun antes de culpabilizarnos subordinados a una moral basada en la caridad y la piedad que avala lo que hace ya muchos años Jules Celma llamó “la explotación de la subjetividad”, tal vez habría que comenzar por analizar nuestra propia implicación y, también, nuestra sobreimplicación.

Las crónicas del trabajo con refugiados abren el camino hacia la construcción de sistemas de representaciones que restituyan el derecho a pensar y a sentir; abren el camino hacia universos donde nuestros semejantes, expulsados hacia la marginalidad de sus pu­ros cuerpos biológicos, pueden recuperar su condición humana. Las crónicas del trabajo con refugiados abren una opción a las acciones que tienden a quedar prisioneras de una limosna piadosa, cuando no de un asistencialismo barato o caro, lo mismo da, que para lo único que sirve es para despojar de dignidad los restos de identidad que las víctimas poseen, y que tienden a reforzar la idea de una economía sin salida y un cuerpo sin subjetividad.

Juan Carlos Volnovich