El Fin del manicomio
Construcción colectiva de políticas y experiencias de salud mental y derechos 
Editorial Noveduc
 
 
AUTORES: Sandra Merlo, Mariano Laufer Cabrera, Alfredo Jorge Kraut, María Graciela Iglesias, Ramiro Hernández, María Laura Guerrero, Gabriela Greggio, Leonardo Gorbacz, Guillermo Daniel Fotia, Juan Carlos Fantin, Emilia Estivalet Broide, Andrea Demasi, Sol Victoria del Carpio, Martín de Lellis, Natalia Da Silva, Hugo Cohen, Susana Chames, Marcelo Caputo, Alberto Calabrese, Soledad del Rosario Buhlman, Jorge Broide, Alejandro Brain, Gustavo Fernando Bertran, Elizabeth Bertorello, Ricardo Federico Bejarano, Hugo Barrionuevo, Aníbal Edgardo Areco, Germán Alemanni, Alberto Trimboli, Graciela Natella, Lucía Pomares, Mercedes Rattagan, Víctor Manuel Rodríguez González, Jorge Rossetto, Gustavo Pablo Rossi, Macarena Sabin Paz, Luis Sanfelippo, Alberto Sava, Ana Sofía Soberón Rebaza, Alejandro Vainer, Solana María Yoma

Por Alberto Trimboli

Los prestigiosos colegas que han colaborado en la escritura de cada uno de los capítulos de esta obra provienen de diferentes áreas del conocimiento. Son, sin ningún lugar a dudas, referentes indiscutidos del campo de la salud mental y también, de una u otra manera, representantes de la transformación del Sistema de Salud Mental ya iniciada e impulsada, luego, por la promulgación de la Ley Nacional de Salud Mental.
Este libro nace en tiempos difíciles. Porque –parafraseando a Antonio Gramsci– “lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no termina de morir”. Es difícil lograr un cambio cultural e ideológico rápido, en un contexto en el que el discurso oficial –como el actual, por desconocimiento, por interés o por desinterés– hace todo lo posible por mantener el statu quo, mientras se encarga de invisibilizar las experiencias que ponen el acento en el respeto de la singularidad y la libertad de las personas, por sobre todas las cosas.
Es notorio cómo los dispositivos intermedios y, en especial, las internaciones en el hospital general, concitan la mayor parte de los ataques provenientes de los sectores que representan intereses, ya que la comprobada eficacia de las internaciones breves en el hospital general de personas con padecimiento mental grave pone en evidencia que es efectivo y no vulnera ninguno de sus derechos, además de demostrar lo innecesario de la existencia de la internación en el hospital psiquiátrico. Y esto es así porque la única función para la que este fue creado (el encierro) ya no es aceptable y la función terapéutica la está llevando a cabo otra institución mucho más inclusiva y también económica (tanto en el sentido monetario como en el psíquico).
A pesar de la vigencia de ese poder oficial, un grupo de colegas (entre los que se encuentran los autores de este libro) avanzó desde la teoría y desde la práctica en la construcción de modelos diferentes de los ya existentes. Algunas experiencias fueron gestadas y se desplegaron en el territorio, otras en la universidad o en el hospital general. Pero hay otras, como veremos, que tienen un mérito extra, porque nacieron y se desarrollaron dentro de las grandes instituciones monovalentes, como respuesta al abordaje asilar y a pesar de que casi todas mantienen un estatus cuasi marginal.
Estas prácticas innovadoras avanzaron a pesar de las resistencias y los ataques de sectores de poder que, en lugar de una verdadera reforma, en un intento por no quedar aislados, proponen un maquillaje institucional que consistiría en un cambio de denominación del actual hospital psiquiátrico, además, la “modernización” de la institución. En definitiva: pretenden cambiar algo para que todo siga igual.
A esta idea adhieren representantes de sectores con fuertes intereses corporativos y/o económicos, pero también profesionales y otros actores con buenas intenciones, aunque impregnados de una lógica propia que circula dentro de esa microrealidad que son las instituciones psiquiátricas. En ese sentido, recordemos el pensamiento de Basaglia al entrar por primera vez al manicomio de Gorizia. Él asoció ese lugar a su estancia en la cárcel, donde “carcelero y presidiario habían perdido toda cualidad humana, adquiriendo el sello y la impronta de la institución” (Basaglia, 1978).
Si no se realiza una reforma profunda, apoyada en cimientos firmes, con un verdadero cambio ideológico, “correremos el riesgo de encontrarnos encerrados en el interior de bellísimas construcciones, técnicamente perfectas, donde el enfermo continuará siendo el último eslabón de una cadena de violencias y exclusiones, de las que seguiremos aduciendo que no somos responsables” (Basaglia, 1972).
Desde la promulgación de la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26657, en noviembre de 2010, se multiplicaron los ataques a la misma y a los abordajes respetuosos de los derechos humanos. El momento de máxima tensión se produjo en noviembre de 2017, cuando la Dirección Nacional de Salud Mental elaboró un proyecto de decreto para modificar la reglamentación de la norma, intentando dar por tierra con el espíritu de la misma. En efecto, en ese decreto se incluían, entre otras cuestiones, la vigencia de la internación en el hospital psiquiátrico; la exclusión del sistema de salud de las personas con consumo problemático; la intervención del Poder Judicial para los casos de internación; la vuelta al modelo tutelar y el traslado del Órgano de Revisión de la Ley a la órbita del Ministerio de Salud (violando su independencia del poder político).
Este intento por parte de las autoridades de Salud produjo una reacción colectiva de gran parte de los sectores involucrados en la defensa del nuevo paradigma en salud mental. Así se logró, finalmente, que ese decreto no se firmara, lo que generó una grave crisis a nivel político que desembocó en el reemplazo del director de Salud Mental.
Ante el avance contra el modelo que propone la Ley de Salud Mental, es necesario visibilizar experiencias contrarias al encierro.

[Fragmento de la Introducción]

FIN DEL MANICOMIO, EL (COL.CONJUNCIONES).TRIMBOLI, ALBERTO

$40.000
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Por Alberto Trimboli

Los prestigiosos colegas que han colaborado en la escritura de cada uno de los capítulos de esta obra provienen de diferentes áreas del conocimiento. Son, sin ningún lugar a dudas, referentes indiscutidos del campo de la salud mental y también, de una u otra manera, representantes de la transformación del Sistema de Salud Mental ya iniciada e impulsada, luego, por la promulgación de la Ley Nacional de Salud Mental.
Este libro nace en tiempos difíciles. Porque –parafraseando a Antonio Gramsci– “lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no termina de morir”. Es difícil lograr un cambio cultural e ideológico rápido, en un contexto en el que el discurso oficial –como el actual, por desconocimiento, por interés o por desinterés– hace todo lo posible por mantener el statu quo, mientras se encarga de invisibilizar las experiencias que ponen el acento en el respeto de la singularidad y la libertad de las personas, por sobre todas las cosas.
Es notorio cómo los dispositivos intermedios y, en especial, las internaciones en el hospital general, concitan la mayor parte de los ataques provenientes de los sectores que representan intereses, ya que la comprobada eficacia de las internaciones breves en el hospital general de personas con padecimiento mental grave pone en evidencia que es efectivo y no vulnera ninguno de sus derechos, además de demostrar lo innecesario de la existencia de la internación en el hospital psiquiátrico. Y esto es así porque la única función para la que este fue creado (el encierro) ya no es aceptable y la función terapéutica la está llevando a cabo otra institución mucho más inclusiva y también económica (tanto en el sentido monetario como en el psíquico).
A pesar de la vigencia de ese poder oficial, un grupo de colegas (entre los que se encuentran los autores de este libro) avanzó desde la teoría y desde la práctica en la construcción de modelos diferentes de los ya existentes. Algunas experiencias fueron gestadas y se desplegaron en el territorio, otras en la universidad o en el hospital general. Pero hay otras, como veremos, que tienen un mérito extra, porque nacieron y se desarrollaron dentro de las grandes instituciones monovalentes, como respuesta al abordaje asilar y a pesar de que casi todas mantienen un estatus cuasi marginal.
Estas prácticas innovadoras avanzaron a pesar de las resistencias y los ataques de sectores de poder que, en lugar de una verdadera reforma, en un intento por no quedar aislados, proponen un maquillaje institucional que consistiría en un cambio de denominación del actual hospital psiquiátrico, además, la “modernización” de la institución. En definitiva: pretenden cambiar algo para que todo siga igual.
A esta idea adhieren representantes de sectores con fuertes intereses corporativos y/o económicos, pero también profesionales y otros actores con buenas intenciones, aunque impregnados de una lógica propia que circula dentro de esa microrealidad que son las instituciones psiquiátricas. En ese sentido, recordemos el pensamiento de Basaglia al entrar por primera vez al manicomio de Gorizia. Él asoció ese lugar a su estancia en la cárcel, donde “carcelero y presidiario habían perdido toda cualidad humana, adquiriendo el sello y la impronta de la institución” (Basaglia, 1978).
Si no se realiza una reforma profunda, apoyada en cimientos firmes, con un verdadero cambio ideológico, “correremos el riesgo de encontrarnos encerrados en el interior de bellísimas construcciones, técnicamente perfectas, donde el enfermo continuará siendo el último eslabón de una cadena de violencias y exclusiones, de las que seguiremos aduciendo que no somos responsables” (Basaglia, 1972).
Desde la promulgación de la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26657, en noviembre de 2010, se multiplicaron los ataques a la misma y a los abordajes respetuosos de los derechos humanos. El momento de máxima tensión se produjo en noviembre de 2017, cuando la Dirección Nacional de Salud Mental elaboró un proyecto de decreto para modificar la reglamentación de la norma, intentando dar por tierra con el espíritu de la misma. En efecto, en ese decreto se incluían, entre otras cuestiones, la vigencia de la internación en el hospital psiquiátrico; la exclusión del sistema de salud de las personas con consumo problemático; la intervención del Poder Judicial para los casos de internación; la vuelta al modelo tutelar y el traslado del Órgano de Revisión de la Ley a la órbita del Ministerio de Salud (violando su independencia del poder político).
Este intento por parte de las autoridades de Salud produjo una reacción colectiva de gran parte de los sectores involucrados en la defensa del nuevo paradigma en salud mental. Así se logró, finalmente, que ese decreto no se firmara, lo que generó una grave crisis a nivel político que desembocó en el reemplazo del director de Salud Mental.
Ante el avance contra el modelo que propone la Ley de Salud Mental, es necesario visibilizar experiencias contrarias al encierro.

[Fragmento de la Introducción]