EL SEXO DEL SÍNTOMA. Silvia Ons. Prólogo de Osvaldo Delgado.
Ed. Grama


Freud decía que se podía hablar de culturas neuróticas, dándole así valor a la represión. Lacan, en cambio, caracterizó a su época como forclusiva, y no tanto como represiva, diciendo que lo que distingue al capitalismo es el rechazo –Verwefung– de todos los campos de lo simbólico de la castración y del amor.
¿Sería entonces la de Freud una cultura más reprimida y ésta, la nuestra, una más “forclusiva”? Es que la Verwefung se manifiesta en distintos planos: rechazo del inconsciente como objeción a determinaciones que escapan de la primacía yoica, rechazo de la sexualidad en el valor concedido al género, rechazo de la otredad en fijar la identidad de género en la infancia, rechazo del juego del niño al tomar como literal una nominación, rechazo también ahí a lo real del sexo en la adolescencia y rechazo también del género en el transgénero.
¿Qué lugar aún para las formaciones del inconsciente?
Hoy inquietan las críticas de las feministas, el todo es posible de tantos jóvenes, la identidad de género en la infancia, los sujetos mutantes, etc.; pero mucho más debería inquietarnos el declinar de los analistas adaptándose a lo políticamente correcto. Porque actualmente la censura tiene otros nombres, y la declinación del padre toma la forma de la supresión de lo que pueda operar como excepción.

SEXO DEL SINTOMA, EL.ONS, SILVIA

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EL SEXO DEL SÍNTOMA. Silvia Ons. Prólogo de Osvaldo Delgado.
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Freud decía que se podía hablar de culturas neuróticas, dándole así valor a la represión. Lacan, en cambio, caracterizó a su época como forclusiva, y no tanto como represiva, diciendo que lo que distingue al capitalismo es el rechazo –Verwefung– de todos los campos de lo simbólico de la castración y del amor.
¿Sería entonces la de Freud una cultura más reprimida y ésta, la nuestra, una más “forclusiva”? Es que la Verwefung se manifiesta en distintos planos: rechazo del inconsciente como objeción a determinaciones que escapan de la primacía yoica, rechazo de la sexualidad en el valor concedido al género, rechazo de la otredad en fijar la identidad de género en la infancia, rechazo del juego del niño al tomar como literal una nominación, rechazo también ahí a lo real del sexo en la adolescencia y rechazo también del género en el transgénero.
¿Qué lugar aún para las formaciones del inconsciente?
Hoy inquietan las críticas de las feministas, el todo es posible de tantos jóvenes, la identidad de género en la infancia, los sujetos mutantes, etc.; pero mucho más debería inquietarnos el declinar de los analistas adaptándose a lo políticamente correcto. Porque actualmente la censura tiene otros nombres, y la declinación del padre toma la forma de la supresión de lo que pueda operar como excepción.